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La Presencia del Gato en la Cultura Japonesa
Dando un rápido vistazo a cualquier cosa relacionada con la cultura pop japonesa podrás ver que a Japón le encantan los gatos: Hello Kitty, Neko cafés, Orejas de gato electrónicas que responden a tu estado emocional, etc.
Pero si bien por un lado les encanta por otro les tienen miedo o a veces hasta un cierto disgusto ya que dentro de su folklore se encuentran a menudo gatos con poderes sobrenaturales y a veces hasta aterradores, desde los caprichosos y mágicos cambiaformas (bakeneko) hasta los horrendos demoníacos devoradores de cadáveres (kasha)
Nadie sabe exactamente cuándo ni cómo los gatos llegaron a Japón aunque la conjetura más aceptada es que viajaron por la ruta de la seda desde Egipto hasta China y Corea. Luego fueron traídos en barcos, cruzaron el mar hacia Japón y llegaron como cazadores de ratones para salvaguardar los preciosos sutras budistas escritos en vitela o como obsequios costosos intercambiados entre emperadores para ganarse el favor del otro.
Existe un primer registro confirmado de un gato en Japón, donde se puede establecer con certeza de que ya por ese tiempo rondaban la isla y esto se encuentra en un antiguo diario escrito por el Emperador Uda allá por el año 889 d.C.:
“En el día 6 del segundo mes del primer año de la era Kampo. Tomando un momento de mi tiempo libre, deseo expresar mi alegría por el gato. Llegó en barco como regalo al difunto emperador, recibido de manos de Minamoto no Kuwashi.
El color del pelaje es incomparable. Ninguno pudo encontrar las palabras para describirlo, aunque uno dijo que recordaba a la tinta más profunda. Tiene un aire al respecto, similar a Kanno. Su longitud es de 5 soles y su altura es de 6 soles. Puse un lazo alrededor de su cuello, pero no permaneció por mucho tiempo”
Y así continúa por unas líneas más, describiendo al animal y la conducta que adopta en las diferentes situaciones que el Emperador estuvo observando. Los gatos llegaron a Japón y a lo largo de los siglos, se multiplicaron y extendieron hasta que en el siglo XII eran comunes en toda la isla. Fue entonces cuando su presencia comenzó a tener transformaciones un poco más sobrenaturales.
Desde hace varios siglos, Japón tiene la creencia popular de que cuando las cosas viven por mucho tiempo, éstas manifiestan poderes mágicos. Hay muchas historias antiguas que explican la creencia en esto como es el caso de los zorros, los tanuki, las serpientes e incluso objetos como sillas o paraguas y sombrillas. Sin embargo, los gatos parecen ser algo únicos en el sinfín de poderes que pueden manifestar y su multitud de formas, quizás se deba a que no son autóctonos de Japón.
Mientras que la sociedad japonesa se desarrolló conviviendo con zorros y tanuki, los gatos poseían ese aura de provenir de fuera del mundo conocido. Si combinamos la naturaleza misteriosa natural de los gatos, su capacidad para estirarse en proporciones aparentemente antinaturales, el poder caminar sin hacer ruido y sus ojos brillantes que cambian de forma en la noche resulta ser la receta perfecta para tenerlos por animal mágico.
La primera aparición conocida de un gato sobrenatural en Japón llegó en el siglo XII donde según los informes, un enorme gato de dos colas, apodado nekomata, acechaba en los bosques de lo que ahora es la prefectura de Nara, para devorar hombres. Dado que la zona estaba rodeada de montañas y bosques, los cazadores y los leñadores iban regularmente a estos bosques alrededor de la ciudad para trabajar y comerciar. Siendo siempre precavidos de los peligros comunes dentro de un bosque, este monstruo mágico estaba mucho más allá de lo que estaban acostumbrados. Según los diarios locales de la época, hubo varias víctimas de los nekomata que por descripciones de los que habían sobrevivido a sus ataques, se parecía más a un tigre de dos colas que a las mimadas mascotas del emperador Uda. De hecho, al haber ya comercio con China y el continente, el nekomata bien pudo haber sido un tigre, posiblemente como parte de una colección de animales salvajes.
Hacia finales del siglo XII, las historias de los nekomata y los gatos sobrenaturales quedaron en el olvido por varios siglos. No fue sino hasta el período Edo (1603-1867) cuando la población de gatos mágicos de Japón se desbordó ya que el país experimento un florecimiento del arte y la cultura con el teatro Kabuki, las pinturas Ukiyoe, las Geisha, las primeras impresiones de material de lectura. Con esto los artístas y escritores descubrieron que podían crear y representar sucesos mágicos y seres sobrenaturales que se conocieron con el nombre de Yokai.
Con todo tipo de creaciones fue en esta época que apareció una nueva especie de gato sobrenatural: el bakeneko, que cambia de forma. A medida que Japón se urbanizaba, las poblaciones de gatos y humanos compartían el mismo espacio y como los gatos estaban por todas partes, no solo como mascotas domésticas y cazadores de ratones, sino también los había que no tenían dueño y se alimentaban de las sobras que les daban los comerciantes, pescaderos y cocineros.
El bakeneko podía transformarse en humano y en las casas japonesas, al estar iluminadas principalmente por lámparas de aceite de pescado, los gatos lamían el aceite lo que hacía que por la noche, a la luz brillante de la lámpara, se proyectaba enormes sombras en las paredes, aparentemente transformándose en enormes criaturas de pie sobre sus patas traseras mientras lamían el aceite, haciéndolos parecer humanos. Se creía que los gatos que vivían más de lo normal se habían convertido en estos bakeneko, habiendo matado a sus dueños y ocupando su lugar.
Alrededor de 1781, comenzaron a correr rumores de que algunas de las cortesanas de los distritos amurallados en la ciudad capital de Edo no eran humanas, sino que se habían transformado en bakeneko. Eventualmente, estas historias se expandieron más allá de estas mujeres para abarcar también a los actores de kabuki, artistas y comediantes. Se creía que cuando estos gatos salían de sus casas por la noche, se ponían kimonos, sacaban sake y el shamisen y básicamente organizaban fiestas desenfrenadas antes de escabullirse de vuelta a casa al amanecer.
Estas historias resultaron irresistibles para los artistas que produjeron ilustraciones donde mostraban el mundo salvaje de gatos bailando y bebiendo hasta altas horas de la noche. Los gatos fueron representados como híbridos humano-gato antropomórficos (aunque los bakeneko también eran capaces de cambiar de forma a formas completamente humanas). Se movían en el bajo mundo, fumaban en pipa y jugaban a los dados.
Por otro lado, el kasha, un demonio del infierno que se alimenta de cadáveres, alguna vez fueron gatos domésticos normales. Según cuentan las historias, el olor de los cadáveres los llenó de un deseo tan abrumador y de darse un festín que con sus poderes nigrománticos se decía que eran capaces de manipular cadáveres como marionetas, haciéndolos levantarse y bailar. La historia del kasha sigue siendo parte de la cultura dentro de los servicios funerarios. En Japón, después de la muerte de un ser querido, es costumbre realizar un velorio donde se lleva el cuerpo a la casa y se reúne la familia. A causa de lo que cuentan las historias, los gatos se sacan de la habitación donde se realiza el velorio ya como parte de una superstición.
Se pensaba que algunas criaturas felinas, como los neko musume, eran híbridos gato-humano que habían nacido de la maldición de un gato sobre los fabricantes del instrumento tradicional shamisen, el cual usa tambores estirados con pieles de gatos. Cuenta una leyenda que un fabricante de shamisen se volvió muy codicioso y fue maldecido con una hija neko musume como venganza. En lugar de hija humana, crió un gato de forma humana que era incapaz de hablar y comía ratas.
Pero también en el folklore japonés, los gatos son símbolo de la buena suerte y con poderes protectores. Por lo mismo, quizás el gato sobrenatural más venerado sea el maneki-neko que cuenta la leyenda que hace siglos, un señor feudal, estaba parado debajo de un árbol cuando vio a un gato que curiosamente lo saludaba con la mano como pidiendo que se acercara a él. El señor feudal se acercó al gato y un momento después un rayo cayó sobre el árbol en el que antes se encontraba el señor feudal. De esta manera, el noble reconoció que el gato lo llamaba para protegerlo del rayo que estaba por caer. A partir de esta historia muchos comercios, establecimientos y restaurantes en Japón, exhiben la figura del maneki-neko en sus escaparates y ventanas para dar buen augurio a la tienda, al dueño y a los clientes.
Y ya para terminar, existe la isla de Tashirojima, una isla donde el número de gatos supera al número de personas por más de cinco a uno, por lo que es conocida como la “Isla de los Gatos”.